En Hispanoamérica, el alfajor es un postre dulce, que comparte el origen con su homónimo andaluz de la provincia de Huelva, España. Allí se fabrican artesanalmente las tortas de alfajor, que consisten en una masa de miel, almendras, pan molido, canela, clavo y matalahuva que rellena dos obleas. Suelen venderse envueltos en celofán y está documentada su elaboración desde el siglo XVIII. Pero los españoles lo heredaron de los árabes que estuvieron durante 700 años en esas tierras e influenciaron a toda Europa con muchos productos. Se llamaba originalmente “al-hasú” que en árabe significa el relleno.
En Argentina, hacia 1851 en la localidad de Arocena, provincia de Santa Fe, Don Manuel Zampatti comenzó a elaborar una variante del ya conocido alfajor. Consistía en una golosina compuesta por tres galletas horneadas, pegadas con dulce de leche y bañada con azúcar. Fue el primer alfajor conocido en Argentina, antecesor del alfajor santafesino. El Coronel Néstor Fernández lo llevó a la batalla de Caseros y se popularizó tanto que el General Justo José de Urquiza se lo hacía llevar a su estancia San José de Entre Ríos.
Entre los alfajores regionales argentinos se destacan el cordobés, relleno de dulces de fruta (generalmente de membrillo), el santafesino, de no menos de tres tapas hojaldradas pegadas entre sí con mucho dulce de leche y todo el conjunto glaseado y el tucumano que es conocido también como clarita, que está hecho con unas galletitas crocantes y relleno de dulce hecho con miel de caña. En Argentina, también son muy consumidos los alfajores de maicena (tapas hechas a base de almidón de maíz, dulce de leche y coco rallado alrededor).
Como golosina de producción masiva su elaboración se remonta a la década del 50 en la Costa Atlántica. Marcas como Havanna y Balcarce fueron las pioneras, desarrollándose posteriormente en forma masiva en todo el país. Las estadísticas de 2004 indican que en Argentina se consumen 6 millones de alfajores al día.
Fuente Wilkipedia